Conozco El Poki desde el 2019. Al volver de EE.UU., buscaba un jardín similar al que teníamos allá, y lo encontré. Me encantó su pasillo central, las salas abiertas llenas de luz, y el enfoque Reggio Emilia. Pero lo que más valoro es su entorno natural: mis hijos jugaron con conejos, gallinas y al aire libre, viviendo una infancia llena de cariño, libertad y conexión con la naturaleza. ¡Los metería mil veces más!

Como papá de 2 niños que han sido alumnos del Poki Play, puedo decir que fue una muy buena decisión haber elegido este jardín infantil. El ambiente cálido, cercano y humano del jardín y sus educadoras es algo que acomoda mucho a los niños y desde el primer día ayuda a que vayan felices. Aprenden todo tipo de cosas, se entretienen y reciben mucho cariño que creo son las cosas claves en esta etapa de la vida.

Poki fue el jardín de Nicolás. Ahí dio sus primeros pasos lejos de mis brazos, y al mismo tiempo, nunca estuvo solo. Encontramos un lugar lleno de luz, naturaleza y cariño verdadero. Cuando Nicolás enfermó, el jardín no desapareció: se volvió abrigo y esperanza. Las educadoras, las familias, todos nos acompañaron con una ternura que no se olvida. Hoy, aunque Nicolás ya no está físicamente, su paso por Poki sigue latiendo. Porque un jardín así no solo educa: ama, acompaña y deja huella.